Reto: Sentidos
Titulo: Ojos
Fandom: Original (Nexus)
Pairing: RothxLouise
Summary: Luego del "desliz" de la pasada noche, Louise se ve en un dilema. En una escuela como la suya, aquel tipo de errores y pérdidas del autocontrol (sobre todo con un alumno de cursos mayores) pueden costarle algo más que su efímera vida social.
Advertencias: temas para adultos, slash.
Nota: En respuesta al reto "Sentidos" de la comunidad Quiero Lemmon! de Livejournal. La segunda entrega de esta historia que no es ni la mitad de pornográfica de lo que pensaba que sería (todo sea por las reglas...). Enjoy~
+o+o+o+o+
Ojos
Louise ya no se sentía a salvo. Luego de la noche pasada, tan desenfrenada y libre, ahora sentía pánico. Ni más ni menos que con un alumno de la escuela…eso era imperdonable, fuera de los límites. Aquellos ojos de color azul intenso habían logrado descontrolarle por completo.
Se removió incómodo en su butaca apartada, en medio del “Patio de los Hombres”. Gracioso…condenadamente gracioso era que existiese dicha división en un colegio para chicos. Y sin embargo, a los trece, le habían hecho la pregunta crucial, con una varita al cuello y una mirada ceñuda, exigiendo sinceridad.
“¿Eres hombre de verdad o no?”
Demasiado temprano. O quizá no tanto como para saber lo que le convenía. Sabia lo que les pasaba a los del “Otro Patio”, y no quería ese destino para él. Era un chico normal, destinado a grandes cosas. Inteligente, único heredero de una moderada fortuna, un chico con suerte. Buen alumno, buen mago, manejaba el antiguo alfabeto casi como una lengua materna, era capaz de representar las más bellas ilusiones, e incluso un profesor bienintencionado le había dicho en susurros en los tímidos catorce una o dos palabras de la magia verdadera, esa que cambiaba al mundo, que derretía al hierro en agua dulce, que convertía el guijarro en una gema, que le convertiría a sí mismo en su animal tutelar luego. En resumen, Louise tenía un futuro señalado con oro y luces maravillosas. Apartarse era sencillamente una locura.
Y casi, casi había mandado todo al cuerno.
Respiró hondo, esperando las miradas acusadoras y los cuchicheos, descubriendo por millares, todos fruto de su nerviosismo. Nadie realmente le miraba. Sólo se ganaba una mirada divertida ante su cara de pánico, ni más ni menos. Todo era un escenario montado por su cerebro. Era esencial convencerse de aquello.
No tenía sentido continuar dando pena, ahí, muerto de miedo y pálido por la resaca. Era sábado, ni siquiera llevaban los uniformes con la insignia del Árbol y la Torre, y Hahn dormía plácidamente en el cuarto.
Suficientes razones para volver al dormitorio compartido e imitar a su amigo.
Se levantó con gesto heroico que nadie notó, pasando por entre los abetos fragantes y húmedos con cierta celeridad. Al parecer, estaba a salvo. Fuera quien fuese, el otro alumno no había abierto la boca, y su reputación estaba intacta. No reprimió su suspiro de alivio.
Los pasillos marmóreos daban cierta seguridad a los alumnos que por ellos transitaban. No existía la vibración sorda de la electricidad, entorpecida por otra fuerza más ancestral que residía en los mismos cuerpos de los jóvenes pupilos, e incluso en las misteriosas murallas de curiosos y ocasionales grabados sin significado claro. Por ello la ruda luz blanca del fluorescente no se veía por ningún lado. Sólo el amable tono ámbar de las antorchas, o quizá un par de lámparas de gas siseante ahí donde el fuego no soportaba la humedad, como en los patios y en las mazmorras.
Louise inspiró el tranquilo aroma de la leña humeante, sonriendo internamente. Su tabú, su secreto culpable aunque delicioso, estaba a salvo de ojos indiscretos. Él mismo seguía a salvo, bajo la protección de Hahn. Hahn el que jamás dudaba de su mejor amigo, el que jamás dejaría que le atacaran o injuriaran. El que jamás le vería como Louise le veía a él. Pero que por lo mismo nunca se apartaría de su lado, nunca, a pesar de los rumores, a pesar de que la aparente falta de acción fuera reemplazada por ciertos días en concreto echado en la cama sin apenas poder moverse…
Esos ojos azules como la noche, aterciopelados, rapaces, clavados en su vulnerable figura, desnuda ante la intensidad, la rotundidad de su poder sobre él y la sinceridad con la que le hacían saber deseado…
Se detuvo lentamente, a la altura del siguiente recodo del pasillo. No sabía si lo estaba recordando (exacto, preciso) o si lo estaba viviendo, otra vez las mismas sensaciones, quizá le perseguirían para siempre. La imagen de Hahn, fuente de consuelo y vaga alegría, se hizo difusa en su mente, mientras los recuerdos confusos de la borrachera pugnaban por abrirse paso en su mente. Sólo los ojos, tan seductores, aquellos que se sintió incapaz de dejar de observar desde el momento en el que le había descubierto mirándole, sin vergüenza, sin tapujos ni excusas.
Con bochorno, notó que nada más recordaba, ni de su rostro, ni de su cuerpo, a lo más la consistencia de sus manos, las cuales parecían querer memorizarle a juzgar por la forma en la que repasaban cada detalle, cada hendidura y rincón oculto. El dueño de los ojos que habían querido hacerle suyo lo era también de esas manos. Y ahora, quizá, le había observado otra vez, en su rincón seguro, dentro de su universo de máscaras…
—Puedo ayudarte— oyó. Y fue incapaz de continuar con su teatro de ignorancia.
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