martes, 17 de mayo de 2011

Nexus Nº1

Autor: Kami_del_Antro
Reto: Sentidos
Titulo: Mirada
Fandom: Original (Nexus)
Pairing: RothxLouise
Summary: De juerga en el pueblo, una vez más, Louise acaba solo con un trago en la mano, lamentándose por su amor frustrado. Sin embargo, esta noche no es de sexo casual y lamentaciones a la mañana siguiente. Esta vez, alguien más ha posado su mirada en Louise, y no parece querer apartarla nunca más.
Advertencias: temas para adultos, slash.
Nota: En respuesta al reto "Sentidos" de la comunidad Quiero Lemmon! de Livejournal. Mi primera respuesta a un reto de la VIDA...me siento renacentista(?). Enjoy~

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 Mirada

Una vez más había acabado de la misma forma que tantas otras noches. Con un trago en la mano, totalmente solo y a las afueras de los baños, el olor a orina penetrante y picante en su nariz, y pasando frío en un callejón oscuro. No sabía por qué esa costumbre de los bares de pueblo de tener el baño luego de un patio interior que daba a la calle, pobremente iluminada, pero en ese momento no le interesaba. El frío era bueno. Lo físico era bueno. Eso le distraía de aquella molesta sensación angustiosa que se acumulaba como un virus en su pecho.

Louise se tomó el quinto trago como si fuera agua, haciendo una mueca y apretando los dientes más por costumbre que por realmente sentir el ardor del líquido en su garganta. Lo necesitaba sencillamente, no quería saber más de nada. Hahn luego le preguntaría dónde se había metido, y él tendría que inventar una excusa, como todas las noches. No importaba, al menos no ahora. Siempre podía inventarse una conquista del internado femenino de humanas que había en el pueblo.

Sonrió irónico para sí mismo. Esa era la mentira más grande que se podía hacer tanto a sí mismo como a Hahn.

Se rascó los ojos con cansancio, mientras su pensamiento iba hacia el pasado. No sabía desde cuando, en qué momento su vida había dado una revolución tal, pero sencillamente un día había acabado tocándose mientras jadeaba ese nombre tan delicioso para decirlo en aquel contexto. De hecho, pensó graciosamente, casi parecía un jadeo en sí. Hahn, Hahn, Hahn…un solo nombre que llamaba a la melancolía de los días en los cuales todo era más sencillo, cuando la mirada profunda y oscura de su mejor amigo no despertaba algo más que el amor fraterno de hermanos extirpados.

Ahora suscitaba lujuria y éxtasis, como eso que vivían a diario en sus escapadas nocturnas. Hahn siempre con sus acompañantes esporádicas, e incluso tuvo la noticia de uno que otro afortunado. Él siempre solo, solo con sus fantasías y sus tragos amargos y llenos de fuego etílico, fuego en sus entrañas y un fuego en su entrepierna que jamás se apagaba. Un deseo irrealizable, un amor prohibido por los propios códigos que le hacían más cercano al objeto de su deseo.

No se había dado cuenta de que le observaban, atenta y al parecer gustosamente, desde la pared justo en frente de su improvisado asiento en la mohosa escalera de concreto hasta que se topó con la alta figura de un estudiante de cursos avanzados. Se quedó quieto, mirando como si de una aparición se tratase al joven, que al parecer se estaba muy cómodo en su posición, con unos ojos velados por las sombras que derramaba su cabello, oscuro como el azabache. Y aún así, tenía la certeza de que aquella mirada oculta le estaba perforando y recorriendo, una y otra vez.

A pesar de la cantidad de alcohol, algo de instinto le puso en alerta inmediata. Se irguió en su sitio, mirando al joven con suspicacia a pesar de estar balanceándose levemente de lado a lado, totalmente atento a los movimientos del otro. Este, impúdico, estiró sus labios finos en una sonrisa extraña. Una sonrisa algo perversa, quizá.

No le devolvió el gesto. Sólo continuó mirándole, buscando con cierto empeño su mirada escrutadora sin hallarla. Quería contemplar sus ojos, como un gesto de hombre a hombre que están a punto de batirse a duelo. La tensión en su espalda, el ademán de avanzar del otro, así lo sugería. Algo estaba por pasar.

Un borracho salió atropelladamente del local, avanzando haciendo eses hacia el baño. Louise le siguió con la mirada, sobresaltado y algo aliviado a partes iguales, hasta que la puerta se cerró y alguien tiraba de su brazo, aplastándole contra la pared y alzando su barbilla con brusquedad, y una mirada intensa, azul de terciopelo oscuro (casi sentía su caricia suave, lánguida, como cuando se observa el cielo nocturno y despejado demasiado tiempo). Un latigazo cálido recorrió su espalda. Esa mirada despedía virilidad. Casi como la de Hahn, sólo que esta estaba velada por el deseo. Se estremeció. Nunca nadie le había mirado de aquella manera, sin tapujos ni inseguridades, derecho a su alma, a su cuerpo pequeño y delgado y a través de él.

Tembló y se sintió lánguido. Quería irse con él, necesitaba sentirle más cerca. Más cerca. Le apretó contra sí, hasta quedarse casi sin aire, y el otro no se negaba. De hecho, sonrió apenas. Era obvio que le daría en el gusto, hizo que sus manos le recorrieran, envalentonado por el alcohol, tomando sus muñecas y paseándolas por su cintura, hasta su pecho, y hacia las caderas, por debajo de la camisa desordenada, nuevamente hacia arriba, y casi perdió la cabeza al llegar a ese punto.

Y en todo momento, no pudo romper el contacto visual, no pudo despegarse de esa mirada turbia, ni siquiera cuando su respiración se agitó, cuando las manos del otro hicieron su trabajo por sí solas, cuando se besaron sólo pudo cerrar los ojos un segundo, pero volvió a abrirlos, para descubrir que el otro también le miraba. Nada más importaba, sólo que ese nexo cada vez más frenético no se rompiera, por nada del mundo.

Luego, un estrépito. De golpe, el otro joven le fue arrancado, sus manos, que en ese momento descendían por quinta vez para hacerle estremecer con roces llenos de implicancias, se separaron bruscamente. El contacto se rompió, el momento murió, y un muy borracho Hahn empujaba al mayor lejos de ambos, gritando insultos y colocándose frente a un muy agitado Louise. Le estaba protegiendo. Le estaba secundando, como siempre. Llamó la atención de los encargados del local, quienes les sacaron a ambos mientras el tipo de los ojos azules desaparecía entre la multitud, discretamente. Y mientras volvían del brazo, Hahn diciéndole que era demasiado debilucho y al parecer apetecible para los pervertidos de toda clase, que no debería andar solo, que los amigos estaban para cuidarse, el castaño lo supo.

Aquel joven volvería por él.

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